Tengo las manos llenas de fugacidades,
y eso que jamás me gusto estar apurado.
Imaginate como tengo los labios,
secos, deshidratados, sedientos de ti,
de tu hiel,
de tu vida,
de todo eso que me has dado y ahora me niegas.
Tú, que apareces y te vas,
con todo el derecho del mundo, ese derecho: Que yo te di,
porque siempre preferíste correr y andar en fuga,
qué estar tranquila y mirando las estrellas
en una noche negra,
Y en eso te entiendo,
el lobo escoge bien a que luna aullar,
la serpiente escoge bien que presa cazar,
y tús labios ha escogido en que puerto atracar, lejos de mi y de todas mis posibilidades contigo.
Aunque ahora, a veces, te prefiero cuando te vas,
porque siempre vuelves por más.
Y vuelves,
Si, siempre vuelves,
con la boca agrietada, sin pedir permiso,
reclamando lo que te pertenece,
en buenos y malos momentos,
dejándome sin saliva para curarte heridas ajenas,
dejándome sin miradas qué mendigar,
clavandome tu ceño bien marcado en la mente,
desnundandome con tu preocupación: Por mi,
sin ganas de nada,
ni siquiera de vivir,
con las pupilas dilatadas y la piel aun cicatrizado por la última vez que te hice sonreír.
Por eso, estoy pensando en irme,
lejos, allá donde tú y solo tú puedan encontrarme,
porque me gustas cuando te vas,
pero amo cuando vuelves y adorare qué vayas a buscarme.