lunes, 24 de noviembre de 2014

The Black Dot.


Photograph by Alec Dawson.

Quería probar el sabor del fuego,
me trague el sol aquella madrugada, logre que la noche durara un poco más, 
fulminante llame a la oscuridad
y comprendí que de ella había nacido, una vez mas tú amor me había llamado, nocturno.
Y yo taciturno obedecía a pesar del delirio,
al recordarlo aun me estremezco,
era otra noche de esas en la que al amanecer, al vomitar aquel sol allamarado: lloraría de nuevo por ti.

Creo haberte superado de todas las maneras querida, excepto de la correcta,
me he equivocado ya tantas veces contigo que ya no me duele estar en lo correcto cuando eres tú quien causa un dolor tan maldito,
la ambigüedad de tus sabores es algo que siempre me va a rebotar en la memoria,
en el paladar y las papilas gustativas,
siendo a veces tan amarga y otras tantas veces tan dulce como la miel,
una cosa casi inverosímil, algo que es tan falso como verdadero,
ese va y ven de tus caderas, estos sueños rotos que tengo a pedazos en madrugadas incesantes que me dan por recordarte,
estas madrugadas falsas, madrugadas de adorar a una diosa rampante,
falsa, tú: dulce agonía,
locura orquestada para algunos que no saben que significa todo esto,
y es que cuesta mucho entenderlo,
pero cuando lo entiendes, acabas por amarlo,
el lenguaje de las cartas de amor es el mismo que hablan las cartas suicidas,
sin embargo
la gente me sigue preguntando porque trato de escribir poesía,
por que, aunque me sale mal, sigo poniéndole tanto a esto,
pero solo hasta hoy he podido responderles,
es, de por si y simplemente un tributo, es de por si porque
escribiendo poesía es la única manera que tengo de acostarme con ella desde que se fue...
Es la única forma de aun creer que sigue siendo mía, 
la única manera que ese punto negro que veo constantemente en mi vista,
no sea un error,
sino un hermosa casualidad.

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