martes, 3 de junio de 2014

The Count Has Ended.

¿Cuantas personas se pondrán de luto porque deje de escribir aquí?
No creo que muchas, dejare de hacerlo porque de una u otra manera es un experimento para ver si así me siento mejor,
Es lo que necesito y lo que quiero,
Lo que sea para sentirme mejor.
Nunca tuve ánimos de escribir un libro, aunque lo soñé varias veces sé que en el país donde vivo nadie se tragara esta mierda por poesía,
¿Que si estoy molesto? Si lo estoy,
¿Porque? ¿Con Quien?
Conmigo mismo, porque deje que todo lo que realmente amaba se fuera a la grandisima mierda,
Entonces, voy a quemar todo, voy a encerrarme en mi capullo y tratar de sacar algo bueno de todas las caídas y raspones de lo que va de año y resurgiré como algo mas, bueno o malo, solo sé que sera diferente,
Tengo muchas cosas que contar, pero, ya no se como escribirlas, me cuesta muchísimo y estoy tan lleno del mismo sentimiento que siento estoy llenando la Internet de la misma monotonía y haciéndote releer una y otra vez sobre el mismo tema: Yo.

Esta es posiblemente la ultima entrada que leas acá, sobre mi.
Sobre lo que sea que escriba aquí,
He tenido dos semanas demasiado activo y vociferante,
Me he decepcionado de todos y lo que siempre me dicen que están allí, no lo están,
Me siento mas solo que de costumbre pero, tarde o temprano voy a acostumbrarme a vivir conmigo mismo,
Así como aprendí que solo puedo fumar un cigarro a la vez,
Así mismo aprenderé que no puedo obtener todo lo que quiero.
La cuenta ha llegado al final,
Si puedes leer estos 100 posts sin terminar juzgándome, si puedes incluso quererme a través de ellos, entonces quizás seas la persona correcta,
Sino, únete a la bandada de cuervos que quieren sacarme los ojos y comerse mis tripas,
Ya todos obtuvieron lo que querían de mi, ahora me toca a mi sacarle provecho de algo haberlos tenido en mi vida.

2.

Con el alma fracturada
Perdido entre la multitud
Me duelen todos los huesos
Pero más me dueles tú

Soy sonrisa derrumbada
Rey sin corona
Príncipe sin princesa
Dime qué soy ahora que te he confesado como me siento

Mentiras de fuego
Por dentro queman mejor
Por dentro
Por dentro
Por dentro
Porque jamas se ve por fuera como me siento

Mentiras de fuego
No hay restos en el balcón
No hay restos
No hay restos
No hay restos
No hay nada mas que solo silencio desbocado

Y pareces no darte cuenta
Y te empeñas en no decir nada
Y me robas el sol que sale
Y disfrutas de las lunas claras

Son estas noches cuando aparecen
Sus lenguas tras las miradas
Son estas noches cuando te odio
Son estas noches que no soy nada

Mentiras de fuego
Por dentro queman mejor
Por dentro
Por dentro
Por dentro
Pero cauterizan el alma y ya no se desangra el corazón

Mentiras de fuego
No hay restos en el balcón
No hay restos
No hay restos
No hay restos
Ya de verdad, no hay nada.

Cantaré cuando vuelva la voz
Mientras tanto sólo te escupo
A ti y a él y a todos los que están al revés
Al revés
Mintiéndome diciendo que no me mentirán.


Mentiras de fuego
Por dentro queman mejor
Por dentro
Por dentro
Por dentro
Y así por dentro se quedaran.

Mentiras de fuego
No hay restos en el balcón
No hay restos
No hay restos
No hay restos
Ya no hay casi nada que contar.

3.

A esta hora de la noche vuelvo a tener esa manía metafísica de creer que algo pasará sólo porque he orado lo suficiente. Al menos eso creo cada vez que cierro los ojos y le pido a lo que sea respuestas, soluciones, fórmulas mágicas, señales y milagros.
Hoy llegue al punto de volver al limbo de los desahuciados.
¿Está bien la sucesión de eventos que me ha traído hasta este momento? 
¿Está bien pensar en todo lo que estoy pensando?
 ¿Podré salvarme de calcinarme en el infierno, una vez más? 
¿Acaso ya estoy allí y no lo sé?

Me he portado mal durante 1406.0607.000 segundos.
Soy un pecador y estoy pagando por eso. Pero a diferencia de la absurda utopía negligente de quienes vigilan sus dosis de esperanza con cuentagotas, yo estoy seguro de haber perdido la mía para siempre.
Esclavo de la incertidumbre, atrapado en tradiciones de querubines rechonchos que me llevarán a rastras a donde corresponda, escribo esta carta sin destinatario a las voces que no necesitan escuchar mi confesión, porque lo han presenciado todo, si es que acaso las voces pueden ver además de atormentar.
Estoy desesperado como un pez fuera del agua.
El piso ya no es tan sólido como cabría esperar que fuera. Se mueve a cada paso y parece voltearse por completo cuando me muevo en cualquier dirección, aunque tristemente eso no ayuda de mucho cuando estás desorientado.
Entonces hay una generación penitente esperando palabras de aliento que nadie puede darle. Lástima por todos nosotros, porque nos quedaremos esperando. Es poco lo que podemos hacer. La cara se nos deforma con promesas sin cumplir y la vida pasa como los canales de la TV, sin coherencia temporal ni espasmos felices.
Como a todas las cosas llegué tarde incluso a mi fecha de muerte.
Está el dinero que escacea y el amor que me abandona y la paz del espíritu que no se dibuja tan bien como uno podría desear cuando creía tener el mapa del cielo y al Altísimo cogido por los cojones. De nuevo me ha jugado sucio jugando limpio y todos los atajos me han llegado a lo inevitable.
Estamos solos y condenados a perder. Estamos retorciéndonos en una fiebre invisible que drenamos en palabras que unos pocos leen y otros muchos desdeñan sin más.
Soy un eterno adolescente, embutido en mis reflexiones, a destiempo, sobreviviendo al anacronismo para pedir una prórroga que no recibiré porque nadie puede dármela. Es posible quedar ciego y estar cabreado y quedar mudo o paralítico o arruinado y olvidado y nos enseñan a soportar el devenir con las botas puestas.
Ni siquiera le estoy poniendo empeño a la descripción narrativa de mi desgracia. No voy a revisar este texto pobre una y otra vez para decir de mejor manera lo que se diga, porque como se diga, es igual de desagrable.

Tengo miedo al Jaque Mate y ese miedo me ha llevado a ponerme en una posición de desventaja con Él.
Sin embargo, no creo que alguna vez haya estado en otra posición.
Que no te engañe nada de lo que he dicho o has visto. Nuestra relación vertical está hecha a su medida y hoy no será el día que hagamos las paces. Muy al contrario, estoy cavilando si rompo los vínculos para siempre, pero entonces queda el gusanito de saber si a última hora el final revelador de este capítulo de mi miserable vida devengará aplausos en vez de otra cosa, hay quienes creen que seré grande y renaceré de mis cenizas, hay quienes ya me consideran también: Muerto.

Soy responsable de decir las cosas que nadie quiere escuchar por esa absurda manía de no saber ser prudente ni sincero ni inteligente ni exitoso ni nada de eso. Soy responsable de dejar que las cosas se me vayan de las manos para luego huir asustado a los brazos que amenazan con dejarme definitivamente vacío, como las cuencas de los ojos del cadáver de un cuervo. Y tú sigues viniendo a ver mi desdicha, comiendo palomitas de maíz de microondas, esperando a ver si me caigo y puedes captar el momento preciso en que me rompo en mil pedazos al estrellarme con un futuro que no es tan hermoso como el que me pensé.
Fui paranóico y me volví loco cuando Él me mostró un camino. Y yo lo seguí, te juro que lo hice, pero no fue suficiente, porque nunca es suficiente y me devolvió a este orificio tropical a conseguir glorias que ya no sirven de nada porque ya ni siquiera son mías.
Y a mis amigos no les contesto las llamadas y a mi chica no le hablo de lo que debería hablarle, porque ya en realidad no hay chica y a mi madre la condeno al silencio y al misterio y poco a poco me voy quedando en este mundo sin metáforas de lo que llamo existencia, a ver si alguien me escucha y me entiende y puede evitar desde su barrera de cristal caer en los mismos errores que yo.
Maldita sea, estoy cabreado porque no sé cómo estar triste sin sentirme feliz por ser un cliché pasado de moda.

Todos, los pocos que persiguen sabiduría aquí, están volcando sus esperanzas en un dantesco universo de palabras pretenciosas. No hay un círculo literario que me acepte, ni una camada de intensos que me quieran entre sus filas, ni músicos de rock que me perdonan no saber interpretar bien ninguna canción. Como una hoja verde que sobrevive al otoño, no tengo un espacio ni cuento que contar ni el más mínimo mérito para obtener tu respeto.

Soy execrable, extirpable, frágil e inofensivo.
De los que nunca dejarán nada para la posteridad, de los que nunca dejarán huella, de los que malgastaron su oportunidad, y como alguien me dijo alguna vez, de aquí en adelante, lo que queda es esperar el impacto de la caída.
Y así se han perdido talentos de verdad, en el sistema que los devora en lugar de adoptarlos y alimentarlos. En los comerciales de Movistar, en los que la gente te da la espalda, en los bares de media noche, en la mujer de tu vida que ya no está muy segura de serlo.

Nunca pude haber escrito esto en otro lado. Lo hago aquí porque sé que quienes lo leen esperan el descarnado y postrero cartucho de un payaso acabado. Pero es cruel de su parte no entender que necesito ayuda y que eso es lo que pido, como también sé que es tremenda estupidez saber que cuando me la ofrezcan no la voy a aceptar, porque el orgullo me lo impide y esa jodida manía de aferrarme a un malditismo anacrónico y nada original con el que se burlan de mí los que sí han capitalizado su talento para hablar porquería coherente y políticamente correcta por unos cuantos miles de dólares al mes.
Coño, pana. Este post y todo este blog donde estás metido quién sabe por qué intríngulis incomprensible no tiene sentido ni vale la pena ni tiene las respuestas que buscas.
Si acaso, y estoy siendo benevolente conmigo, puede parecerse un poco a lo que piensas.
Pero hasta el perro más infeliz se cansa de perseguir su cola tanto tiempo sin llegar a nada.
Este espiral de gratuidad, este teatro inverosímil para quienes opinan que vivo feliz revolcándome en dinero y fama y fortuna, nunca será dicho de otra forma porque nunca encontrará la vía a un libro donde puedas tener la polaroid de mi infortunio en versión portátil.
Este pequeño secreto cogerá polvo (si es que las letras de un ordenador cogen polvo) y pasará por tu vida y lo desdeñarás cuando crezcas porque no quieres ser como el imbécil que soy.
No, no quieres, no quieres, no quieres, no quieres esperar la llamada que te diga que has logrado tus sueños, porque toda la idea es que nunca los alcances.
Preso. Preso y con fiebre. Buscando el valor para salir de casa y arrojarme a un carro en movimiento y resurgir como vampiro en el paraíso de una noche eterna.
Inmortales son los que jamás se arriesgan a intentarlo.
A ellos sí les va bien.
Él no se olvida de ellos como se ha olvidado de mí (y de ti, si eres de los que asiente inconscientemente con cada frase cliché de estas).
Él no va a quitarnos esta fiebre.
Sólo podemos empeorarla.
Esas hojas de papel a las que les prendiste fuego de niño.
De eso estamos hablando.
De hacerlo mal, lo peor que se pueda, para sentirnos bien.
Esta es una generación que tiene política, socialités, showmans de radio y televisión, misses, intelectuales trasnochados con el cabello agarrado en una cola, gente, patética, vulgar, obsesionada con ser alguien, malcogidos y malcogidas.
Esta es la carta, la revelación, mi pequeño y exiguo aporte a tu mundo.
Donde te digo que "alguien", al menos ese que sueñas, nunca vas a ser.

Dead Weather.

No soy de los que odian.
Cuando niño fueron tantas las veces que me prometieron cosas que no tuve que a estas alturas me es imposible sentir rencor. Estoy acostumbrado a no salirme con la mía desde entonces. No hay mayores caprichos en mi vida ni suficientes promesas sin cumplir. No espero nada del mundo porque sé que si llego a obtenerlo inevitablemente terminarán por quitármelo.
Gran parte del tiempo estoy más triste de lo que aparento, pero no encuentro la manera de decirlo sin involucrarme en una exposición de las cosas que prefiero mantener ocultas para no agitar la marea más de lo que ya está, sin molestar a la gente con mi constante preguntadera (Y si eso va contigo, que ahora ni respondes...)
Voy a abandonar el blog, creo que por definitivo,
De nada sirve trabajar en algo que nadie lee, menos quien mas quiere que te lea,
Menudas noches que me parto la cabeza por escribir algo sincero y no sirve nada,
Solo obtengo silencio y miseria.

Esas son las noches cuando me quedo en silencio o mis huidas repentinas al sol un domingo por la mañana. Escapes desesperados para no dejar aflorar la rabia. Esas son las cosas que he aprendido con el tiempo. Siempre soy yo el que pierde y ese, como todos los hábitos, es uno con el que se aprende a vivir con la esperanza de que suceda algo más trágico que me ayude a guardar lo que de verdad me importa en el mismo cajón donde tengo años acumulando desilusiones.
Ni siquiera tengo el valor de hablarlo. No quiero erosionar la frágil línea que separa lo privado de lo público. Pero siempre encuentro eufemismos dispersos, pistas para que las lea la persona interesada y haga lo que siempre hace con ellas: borrarlas con intentos poco sutiles de disculparse sin dejar ver su debilidad ni hacer mella en su orgullo.

Tengo años difuso entre las cosas que estoy dispuesto a hacer y las que se consideran incorrectas. Tengo años dibujando manos cogidas bajo la lluvia y besos húmedos al caer la tarde. A veces los logro y sonrío y me olvido. A veces, simplemente, no es eso lo que pasa.
¿Cómo digo lo que quiero decir sin herir a nadie?
¿Es acaso posible?
Lo que más duele de estar decepcionado es que hay sentimientos más fuertes que es preferible mantener resguardados ante la mínima posibilidad de perderlos del todo. Toda mi vida consiste en eso. En pedir más tiempo, en cuidar que no se viole ninguna clausula del contrato, en hacerme la vista gorda ante las heridas a las que no siempre se les da importancia y esperar tener la suerte de obtener otra prórroga.

No es quedarme solo lo que me asusta.

Es perder lo único que me importa perder entre demasiadas cosas que pierdo constantemente.
Por ese camino estrecho desfilaron mi dignidad, mis amigos, un buen trabajo, los aplausos, el dinero, la capacidad de hilvanar ideas con palabras, la vergüenza, el frío, el título que colgaría en la sala, el talento, el sueño de comenzar de cero en otro país, los ojos vendados, las esposas de felpa, las habitaciones de hotel, el respeto, la comida caliente, mis discos compactos, mi ropa de invierno y la muerte.
Por eso quiero conservar lo único que me queda.
Aunque tenga que tragarme la indignación y manejar mi decepción con lo mismo que se traga lo que nunca se ha tenido sin molestar a nadie más.
Gracias a Dios y a quien sea por el silencio.
Ese generador de tiempo extra que mantiene en su sitio el contenido de la botella que tarde o temprano, como la vida y tu primer beso, terminará por escaparse de tus manos.
Prefiero que sea de esta manera.
Ya se verá.

lunes, 2 de junio de 2014

Monster.

Sigo viendo monstruos.
Es un círculo vicioso en parte.
Los sigo viendo porque ellos siguen viniendo a visitarme cuando se supone que estoy dormido. Uno de los dos debe dejar de ver al otro. Uno de los dos debe quedarse definitivamente ciego.
Cuando tenía siete años decidí encerrarme en mi cuarto, acurrucado en un rincón, sin hacer ruido. Aunque las luces estaban apagadas cerré los ojos y me quedé quieto, con la banda sonora de mi respiración que desde entonces ya era tan terrible como la de una locomotora vieja. Y escuché los pedazos de aire bailando en mis pulmones como saltinbanquis árabes, buscando arrastrarse hacia arriba a través de mi nariz llena de mocos verdes.
Esta historia no la he contado nunca.
Me imagino que porque no quería hacerlo o tal vez porque no quise darle mayor importancia de la que tenía. Pero lo cierto es que escuchando esa respiración atropellada por el polvo quiero creer que me quedé dormido, pese a que en mi memoria la imagen que tengo de mí mismo es la de un niño que en ningún momento dejó de estar despierto.
Cuando abrí los ojos seguía estando oscuro, pero ya no estaba sólo. Un par de ojos brillantes me contemplaban desde el otro lado de la habitación, puyándome como dagas invisibles. Eran ojos flotantes, derretidos sobre la nada, que apenas parpadeaban cuando yo parpadeaba, por lo que no puedo decir con certeza si llegaron a parpadear alguna vez.
Me abracé a mí mismo e intenté gritar para pedir ayuda. Pero me había quedado mudo. Con la boca abierta y la lengua inflamada dentro, dormida e inútil, como un gato muerto. Tampoco pude moverme. Mis piernas se cementaron en el piso de cemento pulido de mi habitación y así, como estatua de sal, me horroricé ante aquel par de ojos marrones y brillantes que habían comenzado a avanzar como el camión del correo hacia mí, poseedores de un mensaje secreto y terrible que quería compartir conmigo.

Volví a cerrar los ojos, con la respiración peor que nunca, repitiendo el mantra ingenuo de los que quieren empezar de cero, de los que se arrepienten de sus deseos anteriores.
"Que se vaya... que se vaya ahora... por favor", dije sin decir.
Entonces una extremidad peluda rematada por uñas largas como garfios de marfil me acarició la cabeza. Temblé. No me quedaba otra cosa por hacer más que temblar. Y luego sentí un aliento gélido en mi oído, tan frío como la sangre que bombeaba desesperadamente hacia mi cerebro buscando a toda costa detenerme el corazón.
"Un día te verás al espejo y verás mi rostro", susurró.
Embutido en el miedo, con mis dientes chirriando de pánico, como pude alcancé a preguntar.
"¿Cuándo? ¿Cuándo?"
Pero la voz ya no hablaba, los ojos ya no me miraban, aunque el terror seguía allí.
Sigo viendo monstruos, sólo que no son reales. A veces su sombra está detrás de mí cuando voy a algún baño público, cuando me quedo sólo guardando la chaqueta al llegar de la calle, cuando llego a mi casa y alguien ha dejado una luz encendida.
Pero ya no hablan, ni se acercan, ni me tocan.
Ellos saben que estoy aquí y yo que están allí.
Pero sigo sin tener idea de las dantescas líneas de sus rostros demoníacos.

Hasta hoy.

Cuando después de mirarme al espejo me topé con la imagen de esa bestia que siempre me había ocasionado pesadillas.
En realidad la había visto siempre, aunque nunca la detallé.
Hasta hoy. Sí, hasta hoy.
Con mi perenne dolor de cabeza y mi cuerpo destrozado y mi cara mallugada por la vejez que se ha devorado al niño de siete años que se acurrucó en un rincón de su cuarto con las luces apagadas y los ojos cerrados cuando fue visitado por su futuro.
Hasta hoy fui que note esa frase, de esa noche.
Yo soy el monstruo, yo soy mi peor enemigo, la fatal pesadilla.

Just For Tonight.

Todos los dolores merecen un segundo de reflexión.
Desde los molestos dolores de cabeza hasta los escalofríos que te revientan el alma cuando pasan el umbral de lo que cualquiera está dispuesto a aguantar.
Hoy siento que un pedazo de tierra me está sepultando poco a poco dejándome sin aire.
Tengo suficiente angustia para generar un millón de crisis. Debería estar acostado viendo Vikings por segunda vez, pero no, me arrastra la necesidad de sentarme aquí a hacer mis gargarismos de goma de la misma forma que los ociosos se introducen un dildo en el culo para calmar sus ansias de afecto.

Tuve un sueño.

Me aprisionaban las amígdalas con un gancho y me sacaban las tripas por la boca dejándome en la lengua el sabor a toda la mierda que llevo por dentro. Lo peor de todo es que no podía llorar. Había superado eso. El dolor permanecía como un tatuaje cutre de marinero curtido por la sal. Porque reflexionando aún más sobre el dolor, lo que duele es que siga doliendo y no que después de que haya dolido bastante deje de doler.
No sé.
Ya no sé lo que digo.
Me estoy acostumbrando a vivir con dolor. Estoy acariciándolo en la nuca de la misma forma que aprendes a soportar tu cara de bolsa en el espejo. No sé si cuando se quite me voy a sentir completo. No sé si cuando se quite (si es que se quita) voy a tener una razón para sonreír antes de dormir.
Lo que sí sé es que mientras duela tanto como me duele todo en este momento, después de toda la sangre y la humillación y las llamadas preocupadas de gente ocupada, tengo razones para sentarme lo mejor que puedo en esta mierda, tengo algo que contar, un enemigo a vencer, esas patéticas cosas que le hacen falta a los adolescentes que no comprenden que los efectos dependen de las causas.
Como todas las cosas.
Extrañaré al dolor como extraño que las cosas que me lo ocasionan lo ocasionen.
Solo por esta noche,
Pero mientras tanto solo deseo, con lágrimas en los ojos, postrado en mi silla, escribiendo esto, que se termine de ir.

Don't Hesitate.

Tengo expectativas del tamaño de una casa en Noruega.
Tengo el mismo frío, el mismo dolor en el culo que tenía en la mañana, la misma caja de pastillas ahora vacía a la mitad.
Tengo la percepción de que las cosas las estoy haciendo bien, pero también de que los demás quieren hacerme creer que las hago mal para que no vuelva a subir al cielo y quedarme pegado en las nubes.
Pero lo más importante es que me mueve el mismo tsunami que me movía hace casi 10 años y que con un poco de suerte podría volver a quemar cosas con bastante más rapidez que antes.
Tengo menos dinero del que debería en la cartera. Tengo calor en la garganta y varios charcos de sangre en el lavamanos todas las mañanas. Tengo demasiadas cosas que no he pedido y siento que no me acostumbro al estilo de vida descuidado y antiparabólico de los peces.
Pero lo que más tengo son las ganas de escribir aquí que me estaban comenzando a faltar hace un rato cuando comencé a escuchar como poseso la versión que Nine Inch Nails hizo del tema que acompaña los créditos finales de mi película favorita.

Soy un freak anémico encerrado en un meson de demasiada libertad y cuando eres libre de hacerlo todo es cuando más peligroso se hace no saber muy bien hacia dónde apuntar la escopeta, que pared derribar, que manada de búfalos soltar en la hermosa corporatividad que desearía con toda mi alma ver precipitarse contra el suelo lo antes posible, únicamente para tener el placer de reacomodar las ruinas a mi antojo.
Pero las únicas ruinas que tengo a mi alcance son las de mi propio fantasma.
Y eso es sólo tan terrible como darse cuenta de que tú eres la sombra y no la sombra humanoide que está en la pared.

¿Entonces qué?
¿A qué conclusión llego con este dry wall permanente en que se ha convertido la fotico que coloco en mi whatsapp cuando quiero decirle a todo el mundo que estoy bien y no lo estoy?

Supongo que no se puede llegar a nada a lo que no se haya llegado antes con mucha más dignidad.

No hay futuro.
No hay futuro.
No hay futuro.

Y este es el terrible poema que ejemplifica que cuando ya no tienes máscaras, ni ideas, ni metáforas bonitas, te quedan los sentimientos, completamente desnudos, rogándote a gritos que los silencies con un beso venenoso o con el plomo eucarístico de la desidia.

Anda, placer.

Quédate cerca pero no me toques.

Die, Die, Outsider.
Die, Die, My Darling.

Lovely.

Caminé en tu invierno silencioso hasta las dos de la mañana.
En ese momento, con los ojos cerrados, me di cuenta de que tenías pedazos rotos pegados con cinta adhesiva.
Si no te hubieses quedado callada estaría tranquilo.
Pero resulta que tiemblo como no lo hacía en mucho tiempo.

Ciertas estupideces ocurren sin permiso. Otras también.
Ya ¿no?

Nadie tiene control sobre los escarabajos que comienzan a escalar tu ropa cada vez que te alejas de mí.

¿Entonces?
¿Estás buscando alguna excusa?
¿Por qué me revisas cada noche en lugar de acariciarme la espalda con tus labios rosados?
¿Por qué no somos un equipo en lugar de una competencia de insultos sordos en las conversaciones de la multi-red?

Mira niña, tú, que duermes mucho después de que yo cierro los ojos. Tú, que te levantas mucho después de que he visto cien veces mi fealdad en el espejo que compartimos con el lastre familiar. Tú, que te enamoraste de mí y que ahora quieres meter mi corazón en esa gigantesca maleta que escondemos en el garaje para llevártelo a donde sólo buitres como los que se pararon en nuestro ventanal aquella madrugada pueden encontrarlo.
Tú, sí, tú.

Me muero sin ti, tonta.

Pendiente entonces.
Párate y dame un beso.

Si no quieres que me pare y te lo dé yo.

When Honey Eyes Only Appear In Shadows.

The first girl I ever loved,
Was an white girl with bright black panties.
She was like a hurricane from the tip of my town that slammed me down like a sub-regulation house on the street.
I’ve never seen a storm hate herself so much, to almost put itself out.
She taught me my firsts and them I try to learn more about her, but she loved the mysteries so much that suddenly she became one and in that moment I lost her,
And now, sometimes I miss those eyes, those damn eyes that fucked me over.
Completly, driving me insane in a vainilla sky that now I can't just forget,
Making me take the stupid choice of drink a lot of alcohol to then finally sleeping getting drunk with the idea that she’ll actually fall in love with me...
A dream,
Just that, a fantasy.
The beatiful mistake that we can call: Love.