jueves, 11 de septiembre de 2014

Red Hood.

Allí estaba yo, perdido de nuevo en el limbo de mis pensamientos
desojando una a una mis dudas y fumándome un cigarrillo sentado viendo el monitor,
esperaba una respuesta del universo
alguna señal divina cuando me di cuenta de ella,
mi pequeña caperucita roja, hermosa y delicada,
fuerte y odiosa
esa experta en sacudir mis cimientos y venir e ir cuando le da la regalada gana,
tanta adicción en un solo cuerpo era imposible de concebir o pensar
pero esta realidad superaba mis mayores fantasías y la vertiginosa locura que inspiraba en mi
me causaba miedo, incluso hoy que ya le conozco mejor: Me aterra, porque no puedo ser yo mismo cuando estoy con ella
como un niño me cohíbo y de una manera muy tierna, suelo solo dejar salir lo mas torpe y noble de mi,
estoy hablando de una mujer de cabello rojizo en su antaño,
y ahora negro azabache,
estoy hablando de esa divertida preciosa guerrera que con ánimos de princesa me capturo el corazón,
mi amiga,
mi confidente,
mi admiración,
Ella que con el botón abierto de la blusa y los senos a punto de abandonar el sostén me ha logrado enloquecer, con aquella tela traslúcida.
Siento el vértigo y mis manos buscan apoyo, el control es algo que debo tener,
me siento tal cual lobo feroz.

Mientras tomaba alcohol con ella,
me siento a unos cuantos metros de la mujer, pasa las manos bajo el cabello y lo acomoda sobre los hombros, me sonríe, mantiene una conversación y me deja hablar y hablar como lo hago de costumbre, regalándome sonrisas de a rato, perfecta, porque sus ojos me dicen que le encanta escucharme o leerme cuando estoy lejos, me pregunto si le gusto, pero, busco otro pensamiento,
las páginas de una revista, la suciedad de las ventanas, el maquillaje en rostros adolescentes, la gente fea alrededor de su sensualidad y perfección.
La mujer me absorbe.
La mujer madura pero perfecta para mis manos que desean sentir el temblor de sus pechos.
Sus labios sonríen húmedos y yo siento en medio de mis piernas un fuego que jamás se apaga
una fuerza que con ahincó quedarse tranquila reniega.

Y si meto la mano en su entrepierna
¿asentirá o me dará una bofetada y se irá corriendo como una loca?
Un amigo lo hizo, sí, luego fue a casa de ella, a la habitación de fondo y amaneció contento.

La mujer, echa la cabeza hacia atrás y deja al descubierto la blancura del cuello, ¿me dirá qué hacer o me permitirá deambular por su cuerpo?
He leído novelas que hablan de mujeres maduras, de su amor sin medida y la tibieza de la piel.
La humedad ¿me convoca para acabar una vez más en la parte más profunda?
La exploraría con delicadeza, con dulzura.
Seria tortuoso y cruel si así ella lo quisiera, es la verdad, sucumbí hacia su encanto y su hermosa piel,
La tarde se ha ido y las sombras caen,
sigo tomando con ella,
no se que palabras decir para sorprenderla,
supongo es mejor ser yo mismo cada vez que pueda,
la verdad es que me encanta morirme así por ella,
la tarde cae y la noche llega, sigo tomando con ella,
la tarde se ha ido y las sombras caen sobre la espesa niebla, esta vez tan seguras, de sí mismas.

Esta vez me recuerdan a ella...
esta vez este hombre lobo se ha quedado en tinieblas, observando a la pelirroja que ya no e pelirroja reirse y ser perfecta,
anonadado estoy,
quedo guindado, no puedo mi mirada desprender de ella...

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