lunes, 6 de octubre de 2014

Second Heartbeat.

Que difícil es dejar ir un sentimiento, ese forjador de sonrisas y consolador de lagrimas, esa pequeña afluencia que libera la presión y te limita la respiración.
Ese espacio ocupado en tu cabeza e interpretado en tu cotidianidad, lo cual te parece normal cuando lo tienes y te destruye cada día cuando se ha ido.

Al sentir la ausencia nos deja el peso de los recuerdos, nos invade la ira al pensar que por donde pasaron mis labios probablemente alguien borre el camino con los suyos, y me atrapa la desolación al pensar que no seré el autor de tus suspiros.

Y solo nos me queda esa añoranza,
ese sentimiento de que algo falta y que no es carnal,
es una presencia a mitad de la ausencia que se recrea en nuestra mente.
Esa acción que esta inconclusa y que no se moverá de tus prioridades hasta que este completa a su perfección.

Pero al pasar el tiempo nos damos cuenta que todos los recuerdos se hacen mas ligeros, que la carga no es mas pesada que la conciencia, y que poco a poco aprendes a vivir con ella,
hasta el día que se representa ante ti.

Esa presencia que recuerdas de una manera pero te hace reaccionar a la inversa,
es un estado en donde el tiempo se detiene,
la presión sube y sientes lentamente como la gravedad se hace mayor,
es revivir ese pasado que pensaste haber enterrado con el peso de lo cotidiano.

Y se nubla la mente y el deseo de herirla sube,
desde los pies hasta tu lengua,
y es allí cuando quedas atrapado en ese cuento satírico,
pero ya es tarde,
ya salen tus manos convertidas en palabras que tocan sus oídos,
sofocan su garganta y estrangular su corazón.

A pesar de saber que hice mal,
lentamente se dibuja una sonrisa en mi rostro,
y los músculos de mi cara se contraen esperando esa respuesta física que provoque con palabras.

Acción y reacción,
quizás esperando revivir algo ya muerto,
un segundo respiro,
un por qué vivir.

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